En las montañas de Tehuacalco, Guerrero, se esconde el único sitio arqueológico vinculado a los Yopes, guerreros que habitaron la zona entre los años 400 al 1300 d.C., Sus pirámides, alineadas con los astros, y sus cuevas rituales revelan un pasado de resistencia y el misticismo en Tehuacalco que lo hace fascinante.
Este, uno de los lugares ocultos de México que cuenta con un juego de pelota de 38 metros y un paisaje sagrado donde cerros y senderos se fusionan con la historia, haciéndolo uno de los pocos sitios turísticos en Guerrero a donde puedes hacer un viaje al México prehispánico, el auténtico y sin filtros.
¿Listo/a para explorarlo? Aquí te contamos cómo llegar, qué empacar y la mejor época para vivir esta aventura entre ruinas que desafían el tiempo. ¡No te lo pierdas!
Tehuacalco está ubicado en una cumbre de la Sierra Madre del Sur, a unos 5 km al noreste de Tierra Colorada, cabecera del municipio de Juan R. Escudero, Guerrero. Puedes llegar a este destino transitando un camino de 2.5 km desde el kilómetro 57 de la Autopista México – Acapulco.
Está aproximadamente a 52 km (casi una hora en coche) tanto de Acapulco como de Chilpancingo, así que técnicamente podrías visitarlo en una escapada de fin de semana o durante tus próximas vacaciones para hacerlo sin prisa.
A diferencia de otras zonas arqueológicas de México, la zona arqueológica de Tehuacalco, Guerrero, solo se abrió al público en 2008, tras su redescubrimiento y excavación en la década de 1990.
Posee dos características que lo hacen secreto y poco visitado: su enclave montañoso y el acceso por carretera secundaria, lo que ha limitado el turismo masivo.
No obstante, esa ausencia de infraestructuras concurridas son lo que mantienen intacta esa atmósfera de misticismo y aventura. Aquí, el viento entre los cerros y el eco de antiguas ceremonias aún susurran historias que pocos han tenido el placer de escuchar, siendo este el sitio perfecto para turismo cultural en México.
Construido por los Yopes entre el 400 y el 1300 d.C. (con su auge entre 650 y 1100 d.C.), este centro ceremonial reúne pirámides, palacios, un juego de pelota y cuevas dedicadas al sol y estructuras dedicadas al agua.
Su nombre, “Tehuacalco”, alude a la “casa del agua sagrada”, en clara referencia a las pequeñas pozas talladas en la roca donde se guardaba el líquido para los rituales.
La plaza principal está cruzada por canales y albercas naturales, escenario de ofrendas de agua a las deidades.
Entre palacios y las cuevas del culto solar, los petrograbados grabados en las rocas muestran símbolos lunares y oraciones antiguas, reflejo de la naturaleza en Guerrero y la estrecha relación que los Yopes tenían con esta.
Tehuacalco ocupa unas 12 hectáreas (casi 120 000 m²), un terreno suficiente para erigir más de una decena de construcciones sagradas. Aquí late la historia de Tehuacalco, un antiguo Yopitzingo cuyo esplendor prehispánico nos regala hoy un patrimonio sorprendente.
La precisión de sus obras no deja de asombrar, porque cuenta con:
Cada pirámide, cada muro y cada sendero responden a un plan cosmogónico: cuatro cerros vigilan el conjunto desde los puntos cardinales, creando una geografía sagrada que hoy forma parte de las rutas místicas en Guerrero.
Aquí, los muros orientados al este señalan los solsticios, mientras que las trazas del juego de pelota marcan el inicio de festividades ligadas al ciclo agrícola.
Entre las piedras milenarias y los senderos que bordean la montaña, Tehuacalco combina su valor histórico con atractivos naturales en Guerrero: bosques de pino y encino, manantiales frescos y miradores que regalan panorámicas inigualables del valle.
Mientras sitios como Teotihuacán reflejan poderío imperial, aquí todo habla de resistencia cultural. Desde las piedras labradas por guerreros hasta la ausencia de influencias aztecas, este lugar es un viaje a un México que se negó a morir.
Si creías que Tehuacalco, Guerrero, era solo piedras antiguas, ¡espera a conocer su lado salvaje! Este rincón místico es un laberinto de cerros sagrados, selvas que cambian de color y cuevas que huelen a historia. Aquí no vienes a caminar… vienes a explorar.
Olvida la brújula; porque en Tehuacalco, Guerrero los puntos cardinales los marcaban las montañas. Cuatro gigantes de piedra rodean estas rutas místicas en Guerrero, cada uno con un papel en la cosmovisión de los Yopes:
No esperes una jungla densa y húmeda. La vegetación de Tehuacalco es una selva caducifolia, que se transforma con las estaciones. En noviembre, los árboles se desnudan, tiñendo el paisaje de ocres y dorados. En junio, todo reverdece como si alguien hubiera encendido el botón de “vida”.
Y entre esos cambios, la fauna también juega su papel. En los senderos puedes cruzarte con:
Un espectáculo natural que no solo enamora, también te sacude el alma.
En el cerro de la compuerta se encuentran 57 cuevas, usadas por los antiguos Yopes para rituales de conexión con el inframundo. Estas cavernas no eran meros refugios: eran templos bajo tierra. Algunas conservan petrograbados de espirales y huellas humanas que cuentan historias sin palabras.
Otros puntos que no te puedes perder durante tu visita:
Si has leído hasta acá, seguro ya notaste que Tehuacalco es para quienes buscan algo distinto. Aquí no se pasea: se explora; así que si estás listo para recorrer cuevas rituales, cerros sagrados y una selva con carácter, toma nota de cómo, cuándo, dónde y que necesitarás para una experiencia sin complicaciones.
Se accede a la Zona Arqueológica de Tehuacalco desde Acapulco (viajando hacia el norte) o desde Chilpancingo (hacia el sur). En ambos casos puedes tomar la carretera federal núm. 95 México–Acapulco o la Autopista del Sol.
Muy cerca de la ciudad de Tierra Colorada encontrarás señalización que te indica la desviación hacia Carrizal de la Vía. Ahí comienza el camino que sube directamente al sitio arqueológico.
El trayecto, tanto desde Chilpancingo como desde Acapulco, te tomará aproximadamente 1 hora con 15 minutos.
Un punto importante: las apps de navegación pueden ayudarte, pero lo más fiable en esta zona son las señales color café del INAH que verás sobre la carretera.
El camino final incluye una zona de terracería de 2.6 km, algo polvorienta, pero totalmente transitable. En este punto, dedícate a disfrutar, todo forma parte del encanto; pues este recorrido te empieza a sacar de la rutina y te mete de lleno en el contexto rural y natural del lugar.
Si vas en coche propio, el sitio cuenta con estacionamiento amplio, gratuito y seguro, por lo que no tendrás problemas en dejar el coche cerca del acceso principal.
Tehuacalco es el sitio al que vas con tiempo disponible, sin prisas y preparado para que la experiencia sea cómoda y sin contratiempos; por tanto, toma nota de este kit para aventureros como tú, que no quieren ir con mucho peso, pero tampoco pasar contratiempos:
Bonus: llega temprano, si puedes estar desde las 9:00 am, tendrás el sitio para ti solo/a un buen rato. Además, evitas el calor del mediodía y es más fácil ver aves o hasta venados en los alrededores.
Suma a todo esto una mochila ligera, una toalla pequeña para secarte el sudor, ropa cómoda y muchas ganas de caminar.
La experiencia cambia mucho según el clima, así que vale la pena planear bien la fecha:
Es la mejor época para visitar. El clima es más seco, los caminos están en buen estado y las vistas panorámicas no tienen bruma ni niebla. Además, en noviembre la selva caducifolia toma tonos dorados que hacen el paisaje más espectacular.
Durante este fenómeno solar, el sol se alinea con el Cerro de la Compuerta, justo como lo observaban los antiguos Yopes. Marzo es un momento único que combina arqueología, naturaleza y energía ritual.
La temporada de lluvias complica los senderos. Los caminos se tornan lodosos y la niebla puede ocultar parte del paisaje. Si tu prioridad son las fotos, esta no es la mejor opción.
Horario: de martes a domingo, de 9:00 a 17:00 hrs.
El último acceso permitido es hasta las 16:00 hrs.
Como ves, Tehuacalco, Guerrero tiene ese efecto transformador: sales con polvo en los zapatos, el celular lleno de fotos que parecen sacadas de otro mundo, y la cabeza dando vueltas con todo lo que viste, subiste, descubriste. Pero seamos honestos… también sales con hambre, calor y las piernas pidiendo tregua.
¿La buena noticia? No tienes que regresar a casa así nomás. Puedes cerrar tu día como se debe: con una noche (o un fin de semana) de relax total en nuestro hotel Emporio Acapulco.
Después de escalar cerros sagrados, meterte entre selvas y seguir huellas milenarias, nada mejor que sumergirte en nuestra alberca, pedir un cóctel bien frío en el bar y mirar el atardecer sin tener que mover un dedo.
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